Tirar hojas de laurel sobre las brasas es una práctica frecuente que combina sabor aromático con creencias simbólicas.
Incorporar hojas de laurel en el asado no es solo un aporte culinario: muchas personas reclaman un valor simbólico detrás del gesto. Se afirma que al prender un poco el fuego y luego arrojar el laurel, el humo impregna la carne con un perfume particular. Además, quienes acompañan esta práctica con recitar “gracias” tres veces sostienen que se atrae abundancia y se alejan malas vibras.
Más allá del simbolismo, el laurel también tiene un rol gastronómico: al calentarse libera aceites esenciales que pueden realzar el sabor del asado. Pero ojo: no hay estudios científicos que avalen sus efectos esotéricos, ni que aseguren que “cancele deudas” u otras promesas mágicas. La clave para que la técnica funcione (al menos en sabor) es usar pocas hojas y colocarlas con moderación para que el humo no opaque la carne.
Desde la mitología griega, el laurel estaba vinculado al dios Apolo y representaba victoria, honor y pureza. Con los siglos, fue adoptado en rituales de lo místico como símbolo de protección, limpieza energética y abundancia. Por eso muchos asadores no lo ven solo como ingrediente culinario, sino como un gesto ritual que suma significado al asado.